por Jesús Román, presidente del Cómite Científico de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA).
El organismo está preparado para defenderse en todo momento de las múltiples agresiones externas que recibe. Muchas de estas agresiones son debidas a agentes infecciosos de diferente tipo (virus, bacterias, etc)
¿Cómo se produce esta defensa?
Nuestra capacidad defensiva se debe, a grandes rasgos, a dos tipos distintos de mecanismos: unos más generales o inespecíficos y otros más concretos o específicos.
El primer tipo de mecanismos inespecíficos son las barreras naturales que existen en nuestro cuerpo: la piel y las mucosas, por ejemplo, o la saliva, las lágrimas y las mucosidades nasales que están protegiéndonos de manera constante.
La respuesta específica o adquirida tiene lugar exclusivamente frente a la sustancia o causa externa que activó su funcionamiento. Es un tipo de respuesta en la cual participan los linfocitos y numerosas y complejas sustancias que se liberan en el organismo.
Nutrición y defensas.
No es posible tener unas defensas frente a las agresiones ambientales plenamente operativas sin mantener una alimentación óptima. En consecuencia, las personas que simplemente pasan hambre por falta de alimentos o mantienen dietas severas y muy restrictivas son candidatos a padecer infecciones y parasitosis de todo tipo con mucha mayor frecuencia. En este sentido, ingerir la suficiente cantidad de energía (Kcal) y de proteínas es esencial.
Pero hay otros muchos nutrientes que participan en el complejo proceso de la inmunidad (como las vitaminas y los minerales) así como otras sustancias naturalmente presentes en los alimentos que, sin ser nutritivas, si que tienen una destacada responsabilidad en la defensa antioxidante. Nos referimos a los polifenoles, por ejemplo, de elevado poder antioxidante y que son los responsables de los distintos y llamativos colores que tienen las hortalizas y las frutas.
Así, podemos decir que una alimentación rica, variada y suficiente con alimentos de todos los grupos y con gran variedad de colores y sabores en nuestra mesa son la mejor garantía que podemos tener para mantener ‘en buena forma’ a nuestras defensas.
Micronutrientes y respuesta inmune
Numerosos estudios han permitido comprobar que ciertas vitaminas y minerales poseen un papel básico en el mantenimiento de la inmunidad. Ello no quiere decir que ingiriendo dosis elevadas de estas sustancias garanticemos una buena función inmune que nos proteja de las infecciones… únicamente significa que nuestro cuerpo requiere unas cantidades mínimas que deben ser ingeridas con cierta periodicidad.
En caso contrario, las defensas inmunes se podrán encontrar afectadas y no alcanzar toda su plenitud. Ello, lógicamente, es especialmente importante en personas que están malnutridas por falta de alimentos o porque una patología provoca la malabsorción de estos nutrientes en su aparato digestivo.
– Cobre
Es un micronutriente esencial para el correcto funcionamiento del sistema inmune. Actúa además como antioxidante.
– Hierro
Su deficiencia conduce a una menor capacidad de fagocitosis.
– Selenio
Numerosos estudios sugieren que las deficiencias de selenio están acompañadas de una depresión de la inmunocompetencia.
– Zinc
Su deficiencia ocasiona problemas de crecimiento además de deficiencia autoinmune.
– Magnesio
Cuando falta, se observa una activación de la respuesta inflamatoria. Actualmente se juzga que su deficiencia juega un papel destacado en el envejecimiento.
– Vitaminas del grupo B
Se ha relacionado la existencia de deficiencia inmunitaria con la ingesta de vitamina B6 y B12.
– Vitamina C
Es bien conocido que esta vitamina incrementa la capacidad proliferativa de los linfocitos T, mejorando las defensas. Además, es un magnífico antioxidante por lo que se ha dicho a menudo que este nutriente produciría una mejora global del sistema inmune y una reducción en la frecuencia e intensidad de las infecciones.
– Vitamina A
Se ha revelado como un nutriente imprescindible para el correcto funcionamiento de las defensas orgánicas al activar los leucocitos
– Vitamina E
La vitamina E es otro nutriente con un destacado efecto protector frente a las infecciones.
– Probióticos
Desde hace tiempo se insiste en el papel promotor de las defensas que las bacterias lácticas (a partir de las cuales producimos yogur y otras leches fermentadas) producirían. Así, se ha comprobado este papel en el caso de la prevención y tratamiento de diarreas, sobre todo en niños, consecuentes a tratamientos con antibióticos. De todos modos, los mecanismos por los cuales se produce su efecto está lejos de haber sido clarificado del todo y, probablemente, ello se deba a la gran variabilidad del aparato digestivo de las distintas personas y de su flora intestinal.
Otro alimento que podría ser de interés cuando hay individuos con sus defensas disminuidas es la jalea real, ya que en diversos estudios se ha señalado como su ingesta favorece la inmunidad.
La dieta de los colores que favorecería nuestras defensas y nuestro bienestar:
Tomar fruta: al menos cuatro piezas diarias (dos naranjas, por ejemplo, para hacer un buen zumo, y dos kiwis o pera o plátano…)
Diariamente comer hortalizas cocinadas (lombarda, judías verdes, espinacas…) y crudas (tomate, etc.)
Tomar pescado al menos dos veces por semana, intentando que haya presencia de pescado azul con frecuencia.
Mantener un peso adecuado se ha comprobado que tiene beneficios inmediatos como la mejora de la inmunidad.
Hacer ejercicio adecuado regularmente nos ayudará a mantener un peso adecuado y a mantener nuestras defensas alerta.
El Centro de Investigación sobre Fitoterapia (INFITO) es una asociación científica dedicada al estudio y divulgación de la Fitoterapia, integrada por especialistas de la Medicina y la Farmacia de toda España.
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